viernes, 8 de agosto de 2008

La política neoliberal y el coloniaje

Edición: 2885 Fecha: 5 al 11 de junio de 2008 Sección: OPINIÓN LIBRE Titulo: La política neoliberal y el coloniaje Gráfica: Autor: Félix Córdova Iturregui/Especial para Claridad El neoliberalismo ha dejado una cosecha grande después de dos décadas de haber sido impuesto en Puerto Rico como política deliberada y con un aliento amplio. Se estructuró como un plan abarcador a partir de la victoria electoral de Rafael Hernández Colón en 1988. Luego Pedro Rosselló lo impulsó de manera intensa durante sus ocho años de gobierno. Elaboró una consigna que sintetizó mejor que ninguna otra expresión el nuevo proyecto de globalización: ¡que el mercado decida! Los gobiernos posteriores del Partido Popular Democrático (PPD) han seguido la misma política. Como consecuencia de su andadura neoliberal, el PPD se fue alejando definitivamente de su origen histórico. El resultado de ese proceso de abandono definitivo de su pasado es lo que ha hecho que el PPD y el PNP tengan hoy día la semejanza que exhiben los gemelos idénticos. La identidad de ambos no evita que gesticulen, en la actualidad, en dos direcciones contrarias: uno hacia la soberanía y otro hacia la estadidad. Pero ambas gesticulaciones son falsas porque los dos gemelos se unen en el apoyo incuestionable de una política de dependencia y subordinación económica. La matriz histórica de la formación del mercado en Puerto Rico es colonial. Por consiguiente, el mercado como institución dominante lo que segrega es dependencia y subordinación. Desde el momento en que ambos partidos adoptan, sin crítica alguna, la estructura actual del mercado, y sin propuestas reales para transformarlo, se convierten en defensores del coloniaje. El discurso de la soberanía y el discurso de la estadidad tienen propósitos puramente electorales. Ningún independentista o socialista con capacidad crítica puede olvidarse de esta realidad. Además, la cosecha neoliberal tiene un colorido colonial imborrable y se reparte entre ambos partidos de forma generosa. La actual crisis fiscal es un producto histórico de una política compartida. Ya es un lugar común decir que no se trata de los efectos de una recesión, sino de algo más profundo de naturaleza estructural. Pero ninguno de los dos partidos quiere asomarse a esa profundidad: verían en ella la figura monstruosa que ha dejado la colonización en nuestra sociedad. La política neoliberal de ambos partidos ha desembocado en una variedad muy sofisticada de formas de corrupción. Unas formas son legales y otras son ilegales. Pero la característica más notable de esa política es la siguiente: el asalto al estado por parte de empresarios rapaces e inescrupulosos, acompañado de una agresión sistemática a la clase trabajadora y a todos los sectores populares del país. Desde el comienzo de la política neoliberal, las organizaciones sindicales más democráticas y militantes denunciaron que las privatizaciones y las llamadas reformas laborales traerían la corrupción desenfrenada y el encarecimiento de las condiciones de vida de la población. La gran cosecha neoliberal ha sido espléndida en los resultados. El precio del barril de petróleo, no cabe duda, ha empeorado la crisis. Pero la dimensión profunda de la crisis no se puede reducir al petróleo. Por el contrario, la dependencia con respecto al petróleo es un aspecto inseparable del coloniaje económico que se le ha impuesto a Puerto Rico. Hubo tiempo suficiente para desarrollar alternativas. La recesión de 1974-75, con su efecto devastador sobre la industria petroquímica, la criatura dorada de la Administración de Fomento Económico, fue un aviso contundente. Pero no existía entonces voluntad ni poder político, como tampoco existe ahora, para buscar verdaderas alternativas descolonizadoras. Ahora bien, ¿cómo se puede hablar de soberanía cuando se firma con una velocidad ejemplar una nueva ley de incentivos industriales que entregará el país a los grandes empresarios? ¿Cómo se puede hablar de estadidad con medidas económicas que golpean a los trabajadores, y al pueblo en general, empobreciéndolos más en comparación con el pueblo trabajador de los Estados Unidos? La contestación es sencilla: porque ni el PPD defiende la soberanía, ni el PNP defiende la estadidad. Son hermanos gemelos que comparten los límites cada vez más estrechos del gobierno colonial. La Ley de Incentivos Industriales es un engendro del escondite. Los partidos gemelos se reunieron con los empresarios sin ninguna participación de otros sectores sociales. Hicieron una ley a la medida de la rapacidad del industrialismo colonial en crisis. En su editorial del 5 de mayo, El Nuevo Día la definió así: “Podríamos, de hecho, llamarla Ley de Tasas Contributivas y no estaríamos faltando ni a la naturaleza ni al propósito de ese estatuto.” Una bella forma para definir una ley supuestamente abarcadora en momentos de severa crisis fiscal. La “soberanía” de Aníbal Acevedo Vilá camina con certidumbre a la bancarrota. El fruto de la “soberanía” en bancarrota lo recogerá la estadidad fatula y apócrifa de Fortuño. Llama la atención que Jorge Rodríguez, el director de la AEE, haya catalogado de peligrosa la prisa por aprobar la ley y pidiera 18 meses con el fin de hacer los estudios técnicos para viabilizar el proceso de privatización que conlleva el trasbordo de energía eléctrica (“wheeling”). Cuando Edgardo Fábregas, presidente de la Asociación de Industriales, vio el peligro que se cernía sobre el proyecto, se expresó con una claridad ejemplar: “Si lo del “wheeling” se queda fuera de la ley, entonces perdimos ocho meses de trabajo. El proyecto no tiene ningún valor si se elimina lo del “wheeling”. La conclusión que puede extraerse de estas palabras es sencilla. Según Fábregas, si se le quita a la ley el proceso de privatización de la AEE, el proyecto queda sin valor. Nadie puede hacerse de la vista larga al ver los pasos sólidos que ha dado Puerto Rico Inc. bajo la dirección de Acevedo Vilá. ¿No fue este personaje uno de los opositores a la venta de la Telefónica en 1998? ¿No visitó los piquetes en apoyo a la huelga de los telefónicos? ¿Cómo la privatización de la AEE adelantará la “soberanía”? El independentista o el socialista que se crea el cuento de la soberanía cuando sale de la boca de este hábil traficante de las máscaras, tiene la estructura del engaño ya internalizada en su corazón. Ha llegado a aceptar las peores consecuencias del neoliberalismo o se ha dejado seducir por un discurso vacío que va acompañado de medidas que no le permiten ninguna posibilidad de hacerse realidad. Dándole un voto al PPD, lejos de acercarse a la tendencia soberanista que pueda existir en la base de ese partido, lo que hace es apoyar efectivamente una política colonial en crisis. El mejor imán para hacer crecer esa tendencia es la existencia de un movimiento fuerte que proponga la descolonización real del país. Además, es necesario combatir la política del miedo. El miedo es uno de los engranajes principales del coloniaje. Los estadistas le meten miedo al pueblo con el independentismo de los Populares. Pero los Populares le meten miedo al pueblo con el anexionismo de los estadistas. El miedo es la política de la colonia. Hacer política de miedo con un anexionismo fatulo es caer en la política colonialista del PPD. El independentismo debe reflexionar y descubrir una verdad indiscutible: lo único que puede quebrantar la política colonial, en cualquiera de sus dos versiones gemelas, es el fortalecimiento de los defensores de la independencia de Puerto Rico como parte de un proyecto económico que integre la enorme fuerza productiva de nuestro pueblo trabajador. Las elecciones son solamente un aspecto de la lucha. Si vas a votar, dale tu apoyo al único partido que defiende la independencia. Edición: 2885 Fecha: 5 al 11 de junio de 2008 Sección: OPINIÓN LIBRE Titulo: La política neoliberal y el coloniaje Gráfica: Autor: Félix Córdova Iturregui/Especial para Claridad Etiquetas Bitacoras: , , , ,

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