Portugal: para salir de la crisis
Boaventura de Sousa SantosCarta Maior - Público
Traducido por Antoni Jesús Aguiló y revisado por Àlex Tarradellas
Comienzo describiendo los próximos pasos en la profundización de la crisis para proponer a continuación una estrategia de salida. Lo que actualmente se está definiendo como solución a la crisis que atraviesa el país lo único que hará será agravarla. He aquí el itinerario. La intervención del Fondo Monetario Internacional (FMI) empezará con declaraciones solemnes de que la situación del país es mucho más grave de lo que se ha dicho (el ventrílocuo puede ser el líder del Partido Social Demócrata, si gana las elecciones). Las medidas impuestas serán la privatización del resto del sector empresarial y financiero del Estado, una mayor precariedad laboral, los recortes en los servicios y subsidios públicos, lo que puede llevar, por ejemplo, a que el precio de los transportes o del pan suba el triple de un día para otro, despidos en la función pública, recortes en las pensiones y salarios (comenzando por las pagas extras de vacaciones y Navidad, un «privilegio» que los jóvenes del FMI no entienden) y la transformación del Servicio Nacional de Salud en un servicio residual.
Todo se hará para obtener el sello de aprobación del FMI, que restablece la confianza de los acreedores en el país. El objetivo no es que el país pague las deudas (se sabe que nunca las pagará), sino más bien que vaya pagando los intereses y se mantenga como un prisionero con camisa de fuerza para mostrar al mundo que el modelo funciona.
Este itinerario no es difícil de prever porque ha sido la práctica del FMI en todos los países en los que ha intervenido. Se rige por el criterio de talla única, es decir, que las recetas son siempre las mismas, dado que las diferentes realidades sociales, culturales y políticas son irrelevantes ante la objetividad de los mercados financieros.
Hecha la intervención de emergencia —que los portugueses serán inducidos a ver como una necesidad y no como un certificado de defunción de sus justas aspiraciones de progreso y dignidad—, entra en escena el Banco Mundial para otorgar el crédito a largo plazo que permitirá «reconstruir» el país, o sea, para asegurar que serán los mercados y las agencias de calificación de riesgo las que dicten lo que se puede o no hacer. Se ocultarán las siguientes irracionalidades:
Que el modelo impuesto al mundo ha fracasado en su sede, Estados Unidos; que el FMI hace todo lo posible para servir a los intereses financieros estadounidenses, e incluso para defenderse del movimiento que hubo en el Congreso para extinguirlo; que el mayor acreedor de Estados Unidos y la segunda mayor economía mundial, China, tiene el mismo poder de voto en el FMI que Bélgica; que sus agencias de calificación de riesgo manipulan la realidad financiera para proporcionar a sus clientes «rentas financieras excesivas».
Claro que puede haber complicaciones. Los portugueses pueden rebelarse. El FMI puede admitir que hizo un juicio equivocado y revertir el curso, como ocurrió con la crisis de Asia Oriental, en la que las políticas del FMI produjeron un efecto contraproducente, como reconoce Jagdish Bhagwati en En defensa de la globalización, un respetado economista y un convencido del libre comercio. Si esto sucede, ni siquiera es imaginable que el FMI indemnice al país por el error cometido.
Ante este agravamiento concertado de la crisis, ¿cómo buscar una salida que restituya a los portugueses la dignidad de existir? No discuto aquí quiénes serán los agentes políticos democráticos que tomarán las medidas necesarias ni el modo en que los portugueses se organizarán para presionarlos en ese sentido. Las medidas son las siguientes:
Realizar una auditoría de la deuda que permita reducirla a su proporción real, descontando, por ejemplo, las consecuencias del efecto contagio de las que hemos sido víctimas en los últimos meses. Resolver las necesidades financieras a corto plazo contrayendo préstamos, sin las condicionalidades del FMI, con países dispuestos a creer en la capacidad de recuperación del país, tales como China, Brasil y Angola. Tomar la iniciativa de promover un diálogo Sur-Sur, extendiéndolo después a toda Europa con el fin de refundar el proyecto europeo, ya que el actual está muerto. Promover la creación de un mercado de integración regional transcontinental, teniendo como base la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP) y como buques insignia a Brasil, Angola y Portugal. Usar como recurso estratégico en esta integración la recalificación de nuestra especialización industrial en función del extraordinario progreso del país en los últimos años en las áreas de formación avanzada e investigación científica.
Boaventura de Sousa Santos es sociólogo y catedrático de la Facultad de Economía de la Universidad de Coimbra (Portugal).
Fuente: http://www.cartamaior.com.br/
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