miércoles, 20 de abril de 2011

Occidente se inclina ante China y deja los Derechos Humanos a un lado


Tuesday, April 19, 2011, 11:08
¿Están los países occidentales abocados a hacer negocios con China? ¿Qué hacer cuando el país que más deuda puede comprarle a un país como España es al mismo tiempo el país que más penas de muerte aplica –según Amnistía Internacional- y el país que mantiene retenido hasta a un activista por los Derechos Humanos que ha obtenido el Premio Nobel de la Paz –Liu Xiaobo-?
China se ha confirmado como la segunda mayor fuerza del mundo en términos económicos, solo por detrás de Estados Unidos, que por otra parte está sumido en una importante crisis financiera. Cuando José Luis Rodríguez Zapatero viajó a China la semana pasada, mencionó la necesidad de respetar los Derechos Humanos de refilón. ¿Su explicación? Se trataba de un viaje con objetivos comerciales y económicos.

“Con los países fuertes o donde hay intereses, el Gobierno español saca los Derechos Humanos de su discurso”, critica Ángel Gonzalo, portavoz de Amnistía Internacional en España. “Es una doble moral”.
¿Esclavos de la segunda potencia económica?
De hecho, hasta hace solo unos meses España tenía una importante presencia empresarial en Libia, hasta que estalló la guerra civil. Gonzalo añade también la venta de armas que España realizó al régimen de Muamar al Gadafi y que incluso parecen estar sirviendo ahora para atacar a los rebeldes y quizá a la población.
Por su parte, Barack Obama se ha acercado al Gobierno de Hu Jintao desde que accedió al poder, empezando por negociar con él un acuerdo medioambiental paralelo a la fallida Cumbre de Copenhague de 2009. El presidente de EEUU sí incidió algo más en la necesidad de respetar los derechos de los ciudadanos chinos cuando visitó el país más adelante. Pero eso no impide que la primera potencia mundial cierre acuerdos con la segunda.
También está el Gobierno del premier británico David Cameron, que entre las primeras visitas internacionales que realizó tras formarse el gabinete en mayo de 2010 estaba China, el tercer socio comercial más importante del Reino Unido en ese momento, según el The Telegraph. El presidente francés Nicolas Sarkozy ha puesto igualmente los negocios por delante de todo en sus relaciones con Hu Jintao.
China es demasiado grande y diferente
“Hay dos opciones: diálogo o presión”, opina el director del Observatorio de la Política China, Xulio Ríos. Este gran conocedor de la realidad china asegura que no son vías necesariamente excluyentes y que es importante amoldarse a cada momento para “ajustar la estrategia”.
Sin embargo, Ríos subraya que no es nada fácil influir en China ni se debe mirar a este país con ojos occidentales. “Es un Estado-continente que tiene unos valores culturales muy diferentes a los de Occidente, con unas convicciones de carácter nacionalista muy fuertes”, explica.
Por su parte, el portavoz de Amnistía Internacional insiste aún así en que los países occidentales “no pueden ser ajenos a los Derechos Humanos en ningún tipo de relación bilateral; tampoco las empresas”. Ángel Gonzalo admite que quien más presión puede ofrecer es Estados Unidos, pero duda de su interés. Este activista recuerda que la primera potencia mundial tampoco suscribe ciertos acuerdos internacionales como la moratoria de la pena de muerte.
Un código ético es indispensable y es importante que a nivel internacional se presione para que los derechos laborales y elementales se respeten en toda situación”, coincide Ríos.
Pero cree que desde fuera se puede ejercer poca presión, especialmente teniendo en cuenta que China cada vez cuenta con más aliados en América Latina, África, los países árabes o Asia Central (Brasil, Rusia, India y Sudáfrica conforman con China los BRIC). “No son pocos los que comparten ese principio de relativismo de los Derechos Humanos y los factores culturales del mundo confuciano que otorga una supremacía a los derechos colectivos sobre los derechos individuales”, asegura.
La ONU y sus sanciones, como las que recientemente impuso a Libia, tampoco parece una opción factible: China es uno de los cinco miembros con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas e incluso con Libia al organismo le llevó semanas decidir intervenir en los asuntos internos de un Estado miembro.
La implantación de la zona de exclusión aérea sobre el país norafricano no llegó hasta que las fuerzas leales a Gadafi ya amenazaban con bombardear Bengasi, la segunda ciudad del país. Y solo ahora la ONU ha dado el paso de suspender a Libia de su pertenencia a su Consejo de Derechos Humanos.
Movilización desde dentro
¿Entonces? ¿No hay nada que hacer? “Es muy difícil eludir a una potencia de la magnitud China en el ámbito económico y comercial, sobre todo teniendo en cuenta que vivimos en una sociedad muy interdependiente”, opina Ríos. Para él, la solución debe y puede venir desde dentro:
“Es mucho más eficiente que los propios trabajadores chinos se organicen en sus empresas. Aunque no existan sindicatos fuertes y poderosos, sí existen protestas en China. Eso ha provocado que en muchas ciudades de China -especialmente en la costa, donde falta mano de obra- haya habido un ajuste en los salarios en torno al 20 por ciento”.
Sin embargo, en las últimas semanas las autoridades chinas han detenido a más de 50 activistas contrarios al régimen, el Gobierno reprime manifestaciones en la calle que intentan emular las protestas del mundo árabe y está llevando a cabo la más férrea censura en internet.
“Las claves fundamentales del cambio están dentro”, insiste Ríos aún así. “Es difícil pensar que con la presión occidental se pueda influir de manera decisiva en el rumbo político de China. Quizás con esa actitud podemos estar aportando al régimen una excusa para exacerbar su nacionalismo y paralizar cualquier planteamiento de avance”.
Para el portavoz de Amnistía una cosa no quita la otra y sigue siendo primordial la presión internacional. “Entendemos que por cuestiones económicas deba haber una relación bilateral. [Pero] la solución es que los Derechos Humanos siempre formen parte de la agenda”, subraya.
China, un país “moderno” en 20 años
“Las autoridades chinas son plenamente conscientes de que para garantizar su objetivo de modernizaciónnecesitan cambiar el modelo de desarrollo. El modelo de los últimos treinta años se ha basado en inversión exterior, mano de obra barata y nulos derechos laborales además de orientación de la producción hacia el exterior. Ese modelo está acabado”, asegura Xulio Ríos.
Tampoco hay que olvidar que la buena marcha de la economía china también repercute en los ciudadanos, que“hoy viven mejor que hace diez años”, apunta Ríos.
“El nuevo modelo de crecimiento del que se está hablando enfatiza los aspectos ambientales, sociales, tecnológicos… Si tiene en cuenta esos factores, China puede convertirse en 20 años en un país moderno.¿Con qué niveles de democracia y respeto de los Derechos Humanos? [Los que] no pongan en peligro el monopolio del poder del Partido Comunista”, pronostica el director del Observatorio de la Política China.
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